A partir de instalarse definitivamente en Mallorca, España, Josefina va dejando en 1922 la toma de fotografías.
Pero eso no significa que se aleje de las cámaras, ya que vuelve a los fotógrafos profesionales como hiciera con su hermana y amigas durante la adolescencia y juventud.
Desde 1926, se dedica a iluminar (colorear) las copias que amplía su marido Pepe de sus vidrios originales de 20-25 años atrás.
Las fotos de esta etapa, salvo dos o tres retratos quizás pensados por ella, son de autores desconocidos o profesionales. Otro grupo está tomado por sus familiares, en donde aparece con sus nietos y sobrinos nietos.
Pero el uso que da a estas fotos está relacionado siempre con su mirada, sus preguntas (formuladas por imágenes en vez de palabras) sobre la propia identidad.
Su forma existencial de entender la vida.