A medida que se formó el Archivo Josefina Oliver, las investigaciones sobre clase social y género fueron emergiendo como temas constitutivos de sus fotos, escritos y lecturas.
Josefina Oliver pertenecía a la clase media, con un pasar económico bueno, pero acotado, sin los medios de la clase alta de la época: mansiones, institutrices, vestidos de París o viajes largos por Europa. Junto con su hermana, estudió en la escuela pública, donde cursaron la primaria; después Josefina siguió un año más en el Colegio de Graduadas (la secundaria de hoy). En 1889, debió abandonar para hacerse cargo de su casa, ya que su madre estaba internada por un tema de salud mental, su media hermana mayor se casaba y no tenían ama de llaves. En ese momento, el espacio doméstico era el de las mujeres, y ella tuvo que ocuparlo.
Mayo 1949
El año 1889 se decidió en casa que no fuera más al colegio - porque Mercedes se casaba - Catalina siguió un año más; Mercedes se casó el 29 de Agosto de ese año con Manuel Magules, gaditano. (Diario 16, pág. 164)
Josefina se movió en el grupo al que pertenecía su padre, quien estaba en la comisión directiva del Club Español y también del Centre Catalá (hoy Casal de Catalunya), no frecuentaba los grupos de clase alta que gestionaban los espacios culturales de la Ciudad de Buenos Aires.
Los textos de Josefina describen con detalle la vida diaria, allí registra situaciones que considera naturales. Al analizarlos hoy, muchas de esas descripciones pasan a ser datos reveladores de la vida de la mujer de esa época.
Octubre 1899
Después de tomar el té, salí con Fermín a hacer compras. (Diario 2, p. 103)
Septiembre 1901
Jueves 19 – Vino Ema Castells á pasar la tarde en casa. Le saqué dos retratos; al obscurecer la hice acompañar á su casa con Arturo. – (Diario 2, p. 420)
Mayo 1902
Me levanté temprano y me fui con el chico José a la imprenta de Centro América (Av. Pueyrredón) á encargarme tarjetas’ . (Diario 3, p. 41)
Sin embargo, aparece un cambio revolucionario entre octubre de 1899 y febrero de 1904, cuando se lee constantemente la frase Salí sola. A partir de entonces, Josefina deja de lado al acompañante obligatorio que debía tener una mujer de su clase.
Febrero 1904
A las 5 ½ me fui sola en coche a casa Grau. (Diario 3, p.344)
Agosto 1904
Sábado 20 – Por la tarde salí sola por Santa Fe, buscando terciopelo verde, para arreglar mi traje de seda cruda. (Diario 3, p.389)
Nosotros leemos en esta repetición el veto a salir solas a la calle. Salí sola es tanto un acto de afirmación del yo como un desafío en la atmósfera de un Buenos Aires finisecular —y hasta bien entrado el siglo XX— que impedía a la mujer de clase media andar por dónde y cuándo deseara sin acompañante. Debían hacerlo de día, siempre en compañía de alguien, en general el hijo o hija de la empleada de la casa, hasta para comprar un dedal. Si salían de noche, debían estar siempre acompañadas por un varón.
Julio 1907
Domingo 28 - […] Después de cenar como de costumbre me dejaron sola á las 9; cerrada bien cuidadosamente con cadenas. (Crisis a causa de la estructura de la nueva casa- Antes tenía un balcón ahora me ponían las cadenas aseguradoras en cada puerta- Las sirvientas muy lejos- Papá al club- La casa me parecía una prisión… Pasó pronto).
Ya en 1923 las costumbres eran otras, y Josefina, con 48 años, responde una carta a su sobrina Mercedes García Oliver, joven de 19. Es un escrito donde expresa lo que callado antes y muestra las diferencias que trajo el cambio de siglo.
Palma de Mallorca 12 de Abril de 1923
Querida Nena: Recibida tu carta no me queda mas que felicitarte muy de veras por la vida tan entretenidísima que llevas y por las mil cosas extraordinarias que continuamente vés – Además de la madrina seca y reseca que tienes, debió prohijarte alguna otra hada invisible que te proporciona tanta felicidad. Á veces pienso si a tu edad me hubiera tocado un átomo de lo que puedes disfrutar tú, la alegría me habría trastornado. Bueno, que sigas y sigas apurando el champagne de la dicha (frase Paysanducera) y que no te olvides en tu sublime borrachera de estos parientes enmallorquinados que cada día hacen y ven lo mismo… -
Balcón y su verbo balconear ("observar los hechos sin participar en ellos", según la RAE) son palabras representativas de la condición de la mujer de clase media en el siglo XIX. En las fotos y postales de Josefina aparecen mujeres en balcones y mirando a la cámara a través de rejas.
Ese mundo de limitaciones determina también la circulación de su obra. En esa época, la mujer que divulgaba cualquier producción propia fuera de su familia o círculo social era vista como una mujer pública.
Axel Gasquet, en su texto sobre Delfina Bunge (escritora argentina, 1881-1952), recupera las palabras del marido, el historiador Manuel Gálvez:
“Antes de que Delfina se iniciara en las letras, una mujer de su elevada condición social, fuese casada o soltera, no podía publicar unas líneas sin caer en el ridículo. Ella misma debió padecer para escribir su diario íntimo. Su madre y sus hermanos, a pesar de que Carlos Octavio era escritor y los demás lo serían más tarde —y de que todos eran intelectuales— se burlaban de Delfina”. (Gasquet, 2006, p.5)
La obra de Josefina no pasó los límites del grupo que frecuentaba, aunque tuvo la oportunidad de hacerlo. Se ve en el ejemplo de abajo, un picnic en el que los concurrentes eran todos, salvo los anfitriones, gente desconocida para ella y de origen francés, alemán, holandés o inglés. En esta postal enviada a su hermana Catalina el 15 de junio de 1906 escribe:
“Todos los que fueron al picnic de Quilmes me han regalado una linda y grande medalla de oro con mi monograma y la fecha del pic-nic, además un artístico pergamino con la firma de todos (40 personas) esta gran demostración me la tributan agradeciéndome las fotografías que yo saqué y luego repartí a todos. Además me dedican otro pic-nic en cuanto venga la primavera.”
Se puede leer entre líneas que ella hubiera tenido la oportunidad de seguir fotografiando a esas personas en la primavera. Tal vez esos nuevos conocidos la hubieran llamado para que fotografiara sus eventos sociales y eso a lo mejor implicaba una paga, y el paso de aficionada a profesional. Sin embargo, todo ese nuevo mundo se desinfló. Su primo hermano le declaró su amor la noche del picnic. Josefina aceptó y luego, de acuerdo a los cánones de la época, consideró que la fotografía era algo poco importante para una mujer comprometida. Siguió fotografiando pero mucho menos.
Las circunstancias sociales vinculadas con su género atraviesan la producción artística de Oliver. Por un lado, limitan el espacio de trabajo al impedirle tomar fotos en exteriores. Pero por otro, la fotografía como aficionada tiene para ella la libertad de un juego, lo que implicaba ningún control. Así con este medio Josefina libera su yo y va a autorretratarse como varón, campesina, manola, oficiala del Ejército de Salvación, etc. Gracias a la fotografía, en contraposición a lo que sucede en su escritura, "dice" lo que desea e imagina.
La economía familiar, de clase media acomodada, incidió en el material fotográfico básico que utilizaba. Un detalle importante es que no reveló sus fotos con agua corriente hasta el año 1907, diez años después de haber comenzado a fotografiar, cuando su padre colocó lavatorios en el patio de la casa. Por esto muchas de sus fotos que se pensaban ingenuas están, en realidad, mal reveladas (dato proporcionado por Clara Tomasini, Licenciada en Artes con orientación en Artes Plásticas).
Abril 1907
- Sábado 13: Hoy viré unas pruebas fotográficas y por primera vez he podido lavarlas con agua corriente durante dos horas seguidas, debido á que ya funcionan los w. c. del patio que tienen una canilla del lado en donde colgué una cubeta especial con las pruebas. (Diario 4, p.167,168)
Hay una gran diferencia entre Josefina y su hermana o amigas. En el grupo, casi todas las mujeres fotografiaban, pero quien siguió por años con su cámara y su diario fue solo ella, originando un corpus enorme formado por fotografías, collages y diarios. El relato del viaje a Europa que comparte con Catalina tiene en el diario de Josefina 67 hojas, mientras que en el de su hermana se limita a tres líneas.
Ese diario personal le significó tanto que estudió el Tratado de Caligrafía de Alfonso Cebrián para lograr una mejor letra y una presentación de excelencia. Como contrapartida, la letra de su hermana Catalina y su medio hermana Mercedes en distintas cartas es de lectura penosa.
La bella Catalina cumplió con lo esperado de una mujer de su época: clases de dibujo, de piano, bordado y luego casamiento en 1902 para dedicarse a su marido e hijos. La ausencia de la hermana más chica fue un señalamiento de su soltería. Es justamente en esa época cuando Josefina tiene mayor desarrollo fotográfico; son los mejores años con la cámara.
Mujeres fotógrafas
Una vez que la obra de Josefina estuvo reunida, surgió el interés por las trayectorias de otras fotógrafas argentinas para comparar obras diferentes de la misma época. Sin embargo, encontrarlas resultó una tarea ardua. Victoria Aguirre, Teresa Bermúdez de Gnecco y Gisele Shaw aparecen en los libros de fotografía como miembros de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, pero nunca se muestra su obra. Patricia Viaña se acercó a las familias o espacios relacionados con las tres, y pudo, gracias a las sobrinas nietas de Gisele Shaw, encontrar finalmente un álbum.
Gisele Shaw (1895-1974) completó sus estudios primarios en el Colegio del Sagrado Corazón de Brighton, Inglaterra, y siguió cursos de especialización en Estados Unidos, Inglaterra y Francia, por lo que obtuvo diplomas de enfermera, visitadora social y penalista. Tuvo una vida dedicada hacia el otro, sin dejar de lado por eso una intensa vida social y de viajes.
La Fundación Elsa Shaw de Pearson pidió a Claudia Gómez, gestora cultural de la entidad, que digitalizara el álbum del recorrido de Buenos Aires a Ushuaia en el barco Cap Polonio en el año 1923. Las fotos retratan ciudades, estancias, glaciares, pueblos indígenas, prisioneros, junto a los entretenimientos diarios a bordo.
Las diferencias entre Josefina y Gisele son varias. En primer lugar, además de este álbum, Gisele publicaba como fotorreportera. La clase alta a la que pertenecía Gisele le dio privilegios educativos con un nivel de excelencia al que Josefina no tuvo acceso. Gisele estudió en el extranjero, dominaba diferentes idiomas, tenía un poder adquisitivo que le permitió viajar al extranjero continuamente, realizar ese crucero al sur y comprar las cámaras y filtros de los que disponía para fotografiar. El Cap Polonio contaba, entre otros elementos de lujo, con un vivero donde se cultivaban flores y verduras para el consumo a bordo y una empresa de fotografía con laboratorio para revelar copias y vender todo tipo de elementos fotográficos.
La fotografía de Gisele es muy buena, ya sean tomas de paisajes —las más bellas— o grupos sociales. A diferencia de Josefina, que fotografía interiores y tiene muchísimos retratos, Gisele no tiene retratos y sus fotos son todas en exteriores. También hay que tener en cuenta la fecha de las tomas: las de Gisele son de 1923 y las de Josefina de 1899 a 1910. Además, Oliver siempre revelaba sus copias y luego las iluminaba (coloreaba) con pinturas a la albúmina, dotándolas de una inusual vitalidad que, aún hoy, atrae mucho. Mientras que las fotografías de Gisele son en blanco y negro, algunas con filtros y fueron reveladas por laboratorios.
También tienen puntos en común. Si pensamos en el álbum del Cap Polonio, ambas son las únicas mujeres que fotografiaban en sus grupos. Gisele entre sus amigos del barco, que eran todos excelentes fotógrafos, y Josefina dentro del círculo de sus amigas.
Las dos armaron álbumes que contienen, además de obra propia, fotos de otros autores y de profesionales.