Josefina Oliver cuenta en su autobiografía que nació en Caballito, Buenos Aires, el 1 de marzo de 1875. Se casó con su primo hermano Pedro Salas Oliver y tuvo tres hijos, Isabel, Juana y Pedro.
Comienza como fotógrafa vocacional con sus amistades en 1897. Dos años después, hace sus primeros autorretratos —que llegarán a cien— y realiza tomas de amigos y parientes, fotos de interiores de casas: patios, comedores, cuartos; y paisajes en la chacra familiar en San Vicente. Josefina, porteña común y corriente, fue casi invisible. Autora de una obra luminosa, oculta hasta el año 2006, como consecuencia de una sociedad que desconsideraba el ser mismo de la mujer.
Josefina Oliver refleja esta realidad en su trabajo artístico, del que se encontraron 20 tomos de diario, más de 2700 fotos, collages y postales. Construye muchas de sus tomas con escenografías, siempre las revela y luego ilumina las mejores copias con colores radiantes. Compone con ellas doce álbumes, de los cuales cuatro, maravillosos, tienen solo fotos iluminadas (coloreadas). Al mismo tiempo, un humor sesgado surge en el atrás de su multiforme obra.
Falleció el 23 de enero de 1956, legando una creación enjambrada, descollante para su época y vigente para la nuestra, que se despliega aquí.