El 1º de enero de 1892 Josefina Oliver empieza a tomar ‘apuntes’ de su vida diaria en cuadernos cuadriculados. Los primeros años redacta pocas carillas, pero a partir de 1898 llega a cien páginas por año, con la inclusión de fotos entre los textos. Sigue un impulso interno de ser testigo, de registrar su alrededor donde se encuentre.
Familia, amigos, vecinos, mercados, comercios, clubes, fiestas, guerras y revoluciones, modas, desarrollo de Buenos Aires, enfermedades, remedios, partos, abortos, muertes, suicidios, escuelas, compañeras, profesoras, viajes, paseos, teatros, conciertos, carnavales...
Con los años y muchos cuadernos escritos, cambia el nombre de Apuntes a Diario, para terminar hablando con orgullo de ‘Mi Colección’: 8440 páginas reunidas en 20 tomos.
En 1921, Josefina padece un desprendimiento de retina en el ojo izquierdo. Bajo el consultorio de su oculista funciona una imprenta, y allí hace encuadernar la edición que arma con sus siete cuadernos iniciales ‘de apuntes’: su primer tomo.
Este trabajo editorial, en 1922, se ve interrumpido por la decisión de Josefina y su marido de vivir en Mallorca, España.
En 1937 la guerra civil hace volver a Buenos Aires a Pepe y Josefina con Pedro, el hijo argentino, quedando en Palma de Mallorca las dos hijas; Isabel, la mayor, casada.
Estando todavía en Argentina, en marzo de 1940, muere en Mallorca de forma abrupta su nieto Pedrito de cinco meses. Acto seguido se suicida su madre, Juana, la hija menor de Josefina y Pepe. Meses después, muere su querido esposo Pepe. Golpes tremendos que va a llevar consigo ya siempre.
Sin embargo, en 1943 renace la luz de la artista dentro de ella y retoma su obra en respuesta al dolor, como en 1921 al perder el ojo.
En doce meses edita veintitrés cuadernos del año 1899 a 1937, y los da a encuadernar en diez tomos.
Mientras continúa con su Diario, ya en el volumen XIV. Los 20 tomos los ilustra a través de los años, con 1850 fotos suyas, en copias de 9 x 12 cm; 600 iluminadas por ella con colores a la albúmina; 200 de sus collages hechos con sus fotos y también 322 tomas de fotógrafos profesionales; agrega sueltos de prensa, menús, postales, bocetos, dibujos, poemas.
Josefina Oliver tiene un estilo llano en su diario, pero por sobretodo un enorme control. Al pasar en limpio sus apuntes, vela la intimidad propia y la ajena, evitando toda chismografía. Escribe como habla una persona prudente en una reunión social; comenta solo lo apropiado, con buen tono, en un estilo victoriano, de lo que ‘debe ser’.
Salvo un par de veces, en que se enoja con alguien y el dolor desborda un espíritu que se comprueba certero y fuerte.
Este tono franco aparece en tres textos autónomos en los tomos XV, XVI y XVII, y para remarcarlos al escribir da vuelta las páginas de los cuadernos. Hablan de su mundo mítico personal, de su intimidad, y son los temas más caros a su recuerdo.
1 - Los ‘Cuentos de Abuelita’, escuchados en su infancia a su abuela materna; ‘estos cuentos tienen antigüedad de siglos’ agrega. Son mallorquines, breves e interesantes.
2 - ‘YO (Algunos recuerdos)’, el más importante, es una mini-autobiografía. Intercalada a fin de mayo de 1949, la forman 12 carillas abigarradas de datos, personas, lugares y acontecimientos de su niñez y juventud. A los 74 años el recuerdo vívido hace volar su pluma a través de los años, con un estilo coloquial, pintoresco y mordaz; con la misma espontaneidad y gracia que tiene en sus cartas.
3 – ‘Casas que recuerdo’, el último, en donde detalla las viviendas familiares, desde su nacimiento hasta 1952, durante 77 años.
A partir de 1948 comienza a hacer en el Diario ‘altares’: homenajes en collage con fotos a sus seres queridos o antepasados. Es la forma visual que da a su mundo mítico. Interviene las fotografías con flores naturales o pintadas a mano. A veces se incluye en estas creaciones.
En 1953, edita los dos últimos tomos, y deja una indicación para cuando se encuadernen, ‘cosa que no podré hacer yo por mi edad y mi salud quebrantada’. Diario 19, p.120.
En estos volúmenes inserta sus fotos de principios de 1900, ampliadas por su marido Pepe Salas a partir de 1926, e iluminadas (coloreadas) por ella con fuerza y vanguardismo.
Finaliza así, a toda orquesta, 64 años de escritura, ‘tomando apuntes’ para su ‘Colección’ hasta dos días antes de morir, el 23 de enero de 1956.