AUTORRETRATOS I - LA INTIMIDAD

Josefina Oliver al empezar a retratarse, a partir de 1899, afianza su identidad en una doble afirmación del yo: por la foto en sí misma y por el refuerzo del epígrafe ‘YO’ que agrega a muchas copias.

El interés por la propia personalidad, la mirada sobre su día a día, el análisis del paso del tiempo a través de sí misma, van a ser una constante a lo largo de toda su vida.

Se muestra en esas primeras tomas vestida ‘de trapillo’, de entrecasa; nos invita a pasar a su cuarto, a verla en momentos consigo misma en los que se arregla, lee o piensa.
Una privacidad, tranquila y sustancial.

Se reproduce con un estereotipo de época: como ‘lectora’, pero haciendo un sutil manifiesto al elegir el libro ‘La Mujer’, escrito por Jules Michelet en 1859.

Elocuente su autorretrato cortado, sin boca ni cuerpo, donde solo respira y ve.
Tal vez señale cómo habla libremente solo por fotos, mientras que al escribir el Diario vela su intimidad, manteniendo un tono victoriano, lleno de ‘buen tono’ y de lo que se ‘debe’ decir.